Análisis del estallido social en Chile: Los 30 días que cambiaron su historia

LAS MANIFESTACIONES EN CHILE VAN EN AUMENTO, EL SECTOR POLÍTICO SE VE ACORRALADO, LAS INSTITUCIONES DESVALORIZADAS, Y LAS DEMANDAS DE 30 AÑOS SE INSTALAN EN SOLO 30 DÍAS EN BÚSQUEDA DE LA DIGNIDAD SOCIAL.

<Por Rodrigo Bofill R, para El Matí Digital, Barcelona>

Chile es el séptimo país más desigual del mundo según cifras del Banco Mundial, no obstante tiene una de las economías más estables de la región, junto con la solidez política que ha mostrado tener a lo largo de los últimos 30 años. “En medio de esta América Latina convulsionada, veamos a Chile, es un verdadero oasis con una democracia estable” señalaba el Presidente Sebastián Piñera en televisión, refiriéndose a la crisis política existente en Bolivia y Perú, junto a la recesión de Argentina y Paraguay, y el estancamiento de México y Brasil. No obstante, aquel oasis se convirtió en un espejismo 12 días después, con el estallido social que se producía en las calles gatillado por los estudiantes ante el alza del transporte público, y provocando el Estado de Emergencia, con militares en las calles y toque de queda en la mayoría del territorio nacional.

Las instituciones viven una de sus mayores crisis en el país, perdiendo la valoración de la ciudadanía, tal como ocurre también sobre los medios de comunicación, que han sido fuertemente acribillados por las manifestaciones desplomando su credibilidad a través de consignas como “apaga la tele” en redes sociales, además de todo el escenario político, donde tanto el oficialismo como la oposición, han sido tildados de oportunistas por intentar apropiarse del movimiento.

Hoy en día la Plaza Italia, que antes era el principal lugar de reunión y manifestación de los santiaguinos, se ha convertido en un campo de batalla entre policías y ciudadanos, quienes la han rebautizado como la ‘Plaza de la Dignidad’ en pos de las demandas acuñadas por el movimiento a lo largo de todo un mes. La instauración del Estado de Emergencia no detuvo al millón trescientas mil personas que fueron a manifestarse en el principal punto de encuentro de la capital chilena, tampoco lo fueron los veinticinco civiles muertos en las protestas, o las casi doscientas cincuenta personas que han perdido un ojo producto de balines de la policía, por el contrario, el descontento y la violencia siguen vivos al día de hoy en una escala ascendente, con una mirada de máxima preocupación por diferentes organismos internacionales debido a sistemáticas violaciones a los derechos humanos a lo largo de esta crisis.

Es así, como Sebastián Piñera pasó de ser el candidato electo a la presidencia con mayor cantidad de votos en la historia de Chile con un 54.6% de las preferencias, a convertirse en el presidente con la menor aprobación de la ciudadanía registrada en un 9,6% durante el período de crisis. También pasó de ser el líder regional que celebraría la COP25 y la APEC, a ser el presidente ignorado por sus principales aliados estratégicos de la región como Jair Bolsonaro, o Mauricio Macri, a quienes defendió tan fervientemente en su momento.

Así como Chile vive este proceso de cambio para generar por primera vez una Constitución hecha en democracia, el presidente del gobierno también ha tenido un cambio significativo en las señales que envía para enfrentar este proceso. Lo cierto es que Sebastián Piñera ha intentado abordar la crisis de todas las maneras en las que el manual lo indica: con un cambio de gabinete, con rejuvenecimiento en las vocerías de gobierno, con silencio a veces, y golpeando la mesa en ocasiones, pero sobretodo con variaciones discursivas que son posibles de observar cuando el mismo presidente declaró la guerra, para luego pedir perdón, y finalmente agradecer a la manifestación en los diferentes discursos transmitidos por cadena nacional en menos de 20 días.

Las encuestas arrojan que 8 de cada 10 chilenos está de acuerdo con la generación de una nueva Constitución, y así lo hicieron ver los manifestantes en las calles por un mes seguido sin descanso. Producto de esto, los líderes de casi todos los partidos políticos grandes de Chile (menos el PC) hicieron una declaración conjunta ante la prensa para anunciar el acuerdo transversal para dejar atrás la Constitución de la dictadura de Augusto Pinochet (que es la que rige actualmente), y dar inicio el primer proceso constituyente de la historia chilena en democracia. Esto será a través de un plebiscito para votar ‘sí o no’ para la generación de una nueva constitución en el próximo mes de abril, y luego un plebiscito para escoger el tipo proceso constituyente.

Este estallido social es el más grande en la historia reciente de Chile, que acumula una serie de demandas generadas a través de las últimas décadas mediante el slogan “no son 30 pesos, son 30 años”, en donde adhieren las demandas del movimiento estudiantil para aumentar la calidad y disminuir las brechas educacionales entre clases, el movimiento “no + AFP” que condena el sistema privatizado de pensiones, el movimiento que condena la privatización de recursos naturales, se exige también la reducción de dieta parlamentaria, el alza en los salarios, y también por los derechos mapuche tras el asesinato del comunero Camilo Catrillanca el pasado año por parte de Fuerzas Especiales de Carabineros, además de traer justicia a la larga lista de casos de corrupción que han tocado al mundo político y empresarial de este país.

Ante una oposición tan fragmentada en sus liderazgos y objetivos, cuesta ver quién realmente puede tomar provecho de la crisis social que hoy se desarrolla en Chile. Sin embargo, a pesar de todo lo dicho anteriormente, es Sebastián Piñera quien tiene hoy entre sus manos la oportunidad de convertirse en el personaje histórico de la transición social de Chile, en aquel líder que impulsará la nueva constitución política, y que finalmente logre disminuir las abismales brechas entre clases sociales del país. No obstante, todo esto dependerá de cómo siga abordando la violencia en las manifestaciones, la represión policial y el respeto a los derechos humanos vulnerados, ya que la factura que se entregará postconflicto por la veintena de muertos y los miles de heridos, en algún momento se debe cobrar.

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