¿Se puede perder el miedo a hablar en otro idioma?

Orquestar sonidos y letras hasta crear una sinfonía comunicativa eficaz: este es el objetivo de cada estudiante de idiomas, y por supuesto de cada profesor particular comprometido con sus estudiantes y con su trabajo.

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Pero el miedo es una emoción, no se somete a normas, órdenes, y cuando estamos intentando expresarnos en otro idioma esta emoción nos puede empujar hacia un peligroso estado de afasía o, aún peor, desencadenar una serie indeseada de errores, a los cuales - sin duda alguna - preferiríamos protegernos sumergiéndonos en largos segundos de silencio.

El estado del miedo a expresarse también puede afectar al mismo profesor de idiomas: a la vez de estudiar, o bien perfeccionar un idioma extranjero (como el castellano, en su momento, o el inglés ahora), me pongo en la piel de mis estudiantes de italiano y alemán en las clases de idiomas y me pregunto: ¿Se sentirán igual que yo? ¿Tendrán el mismo miedo a hablar y a expresarse que tengo yo? ¿Y tendrán realmente la capacidad de ser, o mostrarse, atrevidos y lanzados, mientras los esfuerzos que les pido realmente son actitudes que ni siquiera a mí, como profesora, en ocasiones me pertenecen? Y la pregunta más alarmante que se me ocurrió una vez fue la siguiente: ¿Pueden los introvertidos realmente tener éxito en el aprendizaje de los idiomas?

No creo poder proporcionar la receta para contestar a estas preguntas y solucionar el problema del miedo de los estudiantes a hablar en lengua extranjera, además ya existe una larga literatura sobre el tema.

Hay muchos consejos prácticos y técnicamente valiosos: recurrir al lenguaje no verbal, utilizar el idioma materno como efecto y acto de plurilingüismo, que hasta el Marco Común Europeo de Referencia reconoce como estrategia eficaz en niveles iniciales del aprendizaje, o utilizar perífrasis.

Tampoco faltan los consejos psicológicos como por ejemplo olvidar el perfeccionismo, no desanimarse, hasta olvidar el miedo (práctica que suena extremadamente fascinante ¡pero de muy difícil realización en todo ámbito o situación!).

No me decantaría por nuestra clásica postura reconfortante como profesores ante los fracasos en las interacciones verbales de nuestros estudiantes. Es bastante normal que estas situaciones acaben en bloqueos de la comunicación, y consiguientemente en frustración y falta de motivación: decirle que los errores no importan, y que hasta se deben considerar necesarios en el proceso de aprendizaje, no produce un mayor nivel de autoestima.

Incluso si eso no deja de ser verdad: el error es una etapa fundamental de cada mejora de la competencia comunicativa. No obstante, no me parece una verdadera ayuda para el estudiante en el momento crítico de la dificultad expresiva.

Per aspera ad astra, por el sendero áspero a las estrellas, debido a lo cual el camino hacia la fluidez se construye con reiterados desvíos y nuevos intentos, como cualquier otro camino. Una verdad como un templo, que sin embargo no construye la confianza del estudiante hacia si mismo y su potencial para llegar a un verdadero éxito comunicativo.

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Lo que creo podría representar un método eficaz y hasta entretenido para desenvolverse en una conversacíon que parece resultar difícil de continuar es - sencillamente, hasta quizás locamente, el olvido.

Me refiero a salir un rato mentalmente de la situación concreta, después de haber atravesado el miedo en cuestión (que es la única forma que conozco de “controlar” el miedo), esperar un rato y luego volver a empezar - a ser posible de una forma completamente distinta - imaginando un diferente desarrollo de la conversación, y por analogía con lo que suele pasar en el idioma materno.

Como si cambiara la persona que está hablando, y se imaginara encontrarse en un lugar diferente, hablando en un contexto que le resulte del todo nuevo. Como si cambiáramos de programa con nuestro mando a distancia mental, y nos dieramos la posibilidad de volver a empezar una cadena más hermosa de palabras conectadas por un sentido más contundente e inteligible. Un juego de rol con un@ mism@.

Para encontrar dentro de mí otra posibilidad de expresarme y la oportunidad de hacerlo sin juzgarme, sino más bien jugando con las posibilidades que yo me puedo ofrecer, y no solamente el idioma que estoy estudiando. Un encuentro conmigo, más que con el idioma que quiero hablar. Y un encuentro que no se acabe en desencuentro a raíz de mis limitaciones expresivas.

Aprende cualquier idioma

En lugar de luchar contra molinos de viento, me subo a los molinos de viento y los voy a observar desde otro ángulo, y de paso me muevo, hablo, desbloqueo contenidos verbales diferentes y me dejo llevar por la ola de una comunicación creada por mis recursos menos racionales.

Si llevo un tiempo estudiando un idioma extranjero, es imposible que me falten recursos básicos para expresar el contenido que tengo pensado de una forma más sencilla. A lo mejor no habré logrado un nivel alto, pero tampoco habré bloqueado la comunicación, y no le habré tenido miedo alguno.

Para concluir, como toda técnica, su eficacia y validez dependen de la perseverancia: suelo practicar este especial juego de rol con mis estudiantes en los cursos, y noto que esto baja el nivel de estrés y del filtro afectivo, y de paso abre las puertas a sus personajes interiores que no le tienen miedo al miedo, y que sin combatirlo ni mucho menos desafiarlo, logran mantener una conversación con él quitándole el papel principal en la actuación.

Espero que este artículo te haya resultado útil, ¡feliz viaje a tus idiomas favoritos!

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