El constructivismo es una teoría basada en la observación y el estudio científico, sobre cómo aprendemos. Se basa en que las personas construyen su propia comprensión y conocimiento del mundo, experimentando y reflexionando sobre diferentes experiencias. Cuando nos encontramos con algo nuevo, tenemos que conciliarlo con nuestras ideas y experiencia anteriores, tal vez cambiando lo que creemos, o quizás descartando la nueva información como irrelevante. En cualquier caso, somos creadores activos de nuestro propio conocimiento. Para hacer esto, debemos hacer preguntas, explorar y evaluar lo que sabemos.
En el aula, la visión constructivista del aprendizaje puede apuntar hacia varias prácticas de enseñanza diferentes. En el sentido más general, generalmente significa alentar a los estudiantes a usar técnicas activas (experimentos, resolución de problemas del mundo real) para crear más conocimiento y luego reflexionar y hablar sobre lo que están haciendo y cómo está cambiando su comprensión. La maestra se asegura de que comprende las concepciones preexistentes de los estudiantes y guía la actividad para abordarlas y luego desarrollarlas.
Los maestros constructivistas fomentan a los estudiantes a evaluar constantemente cómo la actividad les ayuda a comprender. Al cuestionarse a sí mismos y sus estrategias, los estudiantes en el aula constructivista idealmente se convierten en aprendices expertos. Esto les permite tener herramientas cada vez más amplias para seguir aprendiendo. Con un ambiente de clase bien planificado, los estudiantes aprenden cómo aprender.
Cuando los estudiantes reflexionan continuamente sobre sus experiencias, se dan cuenta de que sus ideas aumentan el nivel de complejidad y desarrollan habilidades cada vez más sostenibles para integrar nueva información. Uno de los roles principales del maestro se convierte en fomentar este proceso de aprendizaje y reflexión.
Por ejemplo: Grupos de estudiantes en una clase de ciencias están discutiendo un problema en física. Aunque la maestra conoce la solución al problema, se enfoca en ayudar a los estudiantes a reformular sus preguntas de manera útil. Ella le pide a cada estudiante que reflexione y examine su conocimiento actual. Cuando uno de los estudiantes presenta el concepto relevante, el maestro lo aprovecha e indica al grupo que esta podría ser una vía fructífera para explorar. Diseñan y realizan experimentos relevantes. Luego, los estudiantes y el maestro hablan sobre lo que han aprendido y cómo sus observaciones y experimentos los ayudaron (o no los ayudaron) a comprender mejor el concepto.
Contrariamente a las críticas de algunos educadores, el constructivismo no descarta el papel activo del maestro o el valor del conocimiento experto. El constructivismo modifica ese papel, de modo que los maestros ayudan a los estudiantes a construir conocimiento en lugar de reproducir una serie de hechos. El maestro constructivista proporciona herramientas como la resolución de problemas y actividades de aprendizaje basadas en la indagación con las cuales los estudiantes formulan y prueban sus ideas, sacan conclusiones e inferencias, y agrupan y transmiten sus conocimientos en un entorno de aprendizaje colaborativo. El constructivismo transforma al alumno de un receptor pasivo de información a un participante activo en el proceso de aprendizaje. Siempre guiados por el maestro, los estudiantes construyen su conocimiento activamente en lugar de simplemente ingerir mecánicamente el conocimiento del maestro o del libro de texto.
El constructivismo se malinterpreta como una teoría de aprendizaje que obliga a los estudiantes a reinventarse a sí mismos. De hecho, el constructivismo aprovecha y provoca la curiosidad innata del estudiante sobre el mundo y cómo funcionan las cosas. Se comprometen aplicando sus conocimientos existentes y su experiencia en el mundo real, aprendiendo a formular hipótesis, probando sus teorías y, en última instancia, sacando conclusiones de sus hallazgos.