En el ámbito de la educación es necesaria la utilización de ejemplos de la vida cotidiana para conseguir un desarrollo del aprendizaje más rápido y útil. Actualmente, los currículos de la educación secundaria incluyen la afirmación anterior y, lentamente, los institutos lo van implementando, dejando atrás un modelo más clásico de enseñanza.
Tanto en infantes como en adolescentes, tenemos que contextualizar siempre que enseñamos nuevos conceptos para conseguir que el alumno o alumna pueda conectar la nueva información a algo relacionado con su vida cotidiana de forma óptima. De esta manera, el nivel de abstracción es menor y la interiorización del aprendizaje es más rápida y sostenible.
Hay conceptos que no pueden ser explicados dentro de un contexto y que deberan memorizar nuestros alumnos, aunque, en general, podemos utilizar un contexto y la vida cotidiana para explicar casi todo.
No quiero decir que abstraerse no sea necesario o útil, sino que para un aprendizaje lógico y motivador, facilita tanto al alumno como al profesor la utilización de ejemplos reales. La capacidad de abstracción es importante e imprescindible para aprender conceptos como la primera vez que conectamos un sonido con un símbolo, que vemos un número escrito y lo conectamos con su sonido, cuando nos explican la resta de dos números positivos o el significado de un número negativo.
Este último punto lo desarrollaré en otro post de forma más extendida.
