La incomprensión del profesor en el pueblo

No soy el primero ni el único que ha dado clases particulares en mi pueblo, pero, valga la redundancia, mi caso era particular.

Primeramente, puntualizar que pese a que yo lo denomino "pueblo", oficialmente es ciudad (aunque pequeña). La razón por la que me refiero así al lugar donde nací y me crié, aparte de su tamaño, es que siempre he vivido en la parte más antigua, donde los vecinos de mi calle éramos una gran familia, como en los pueblos de antes.

Cuando comencé a estudiar por la UNED y a dar clases particulares, algunos vecinos (incluso familia y amigos) empezaron a criticarme por "estar todo el día en casa". Por las mañanas estudiaba y por las tardes venían mis alumnos, tenía mucho menos tiempo libre que otra gente con un trabajo "normal" y, sin embargo, sufría insinuaciones o ataques directos por mi aparente falta de actividad.

Esta incomprensión se veía compensada con los agradecimientos de los padres de los alumnos (incluso a veces de los propios alumnos) por la ayuda que sus hijos recibían para superar las asignaturas en las que necesitaban un empujón.

Gracias a ello pude resistir la presión social y seguir unos años haciendo lo que me gustaba, hasta que comprendí que se había cerrado un ciclo de mi vida y marché del pueblo. Desde entonces mis clases han sido esporádicas pero nunca he desaprovechado la oportunidad de volver a mi pasado.

Con este artículo quiero animar a los que son criticados por dedicarse a las clases particulares. Quizás no sea una labor con un amplio reconocimiento social pero los agradecimientos individuales son suficientes para seguir adelante.

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