¿Permitiremos que la cuarentena nos cambie? ¿Qué tiene que ver la filosofía con eso?

Estos días de cuarentena te obligan a filosofar. Casi sin quererlo, te encuentras cara a cara con las preguntas que irrumpen tu rutina cotidiana. Y es que el día a día ha cambiado y es importante saber si eso nos ha cambiado a nosotros, si ha cambiado nuestra forma de ver y relacionarnos con el mundo. ¿Qué crees?

No habrá cambio sin reflexión, esa es mi certeza. Las transformaciones no son automáticas, pues está claro que no somo máquinas. Si no enfocamos la mirada en esas preguntas que nos incomodan, que nos ponen entre la espada y la pared, esas preguntas que no nos dejan dormir, cuando la cuarentena termine y la pandemia desaparezca, seguiremos siendo los mismos y esto solo se tratará de una anécdota.

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Quizás para el lector seguir siendo la misma persona sea valioso. Quizás usted, del otro lado de la pantalla, no vea nada bueno en el cambio. Quizás todo se trate de "volver a la normalidad", que las cosas sigan siendo como siempre y usted pueda retomar su vida tal como la dejó. Esa es una gran pregunta filosófica: ¿Qué es mejor, el cambio o la permanencia? Parménides y Heráclito no lograron ponerse de acuerdo al respecto allá por el siglo VI a.C.

Y es que Parménides afirmaba muy teóricamente que "el ser es y el no ser no es" y usted dirá ¿esto de qué va? Que para este señor filósofo, el cambio implica pasar de lo que es a lo que no es. La pandemia no era, no existía... y ahora es, existe. ¿Cómo es posible que el no ser exista? ¡Otra pregunta que nos rompe la cabeza!

Heráclito, en cambio, afirmaba que "no nos metemos dos veces en el mismo río"... y es que cuando volvamos a bañarnos en él, el río no será el mismo y nosotros tampoco. La postura de Heráclito es más clara, esta vida está atrevasada por el tiempo, el devenir. El tiempo habilita la posibilidad de cambio, y aunque nos resistamos, se manifiesta como una fuerza imposible de frenar. Aunque no queramos envejecemos, las frutas se pudren, las rocas se erosionan.

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Según Heráclito la fuerza que dirige el cosmos es el fuego. El fuego que todo lo transforma. El fuego que podría asociar al ave fénix. Habrá que dejarse quemar para renacer luego de este encierro. Nadie se deja quemar adrede, hay que pensarlo, hay que reflexionar, mirar más allá de lo obvio: el dolor; y percibir un futuro lleno de vida, de vida nueva.

Julia Tartaglia

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