El problema con las clases de repaso: Ni un milagro ni un recurso de última hora

Creo que esta es una situación en la que todos los profesores de repaso nos hemos encontrado más de una vez. Alguien te contacta (la tía de un amigo o puede que algún pariente que ves de vez en cuando) diciéndote que su niño necesita clases de repaso porque va a tener un examen.

Y tu les dices que sí. No es la primera vez que lo haces, tienes experiencia y se ofrecen a pagarte el precio íntegro que cobras normalmente. ¡Todo genial!

O lo sería hasta que te da por hacer la pregunta.

"¿Cuando es el examen?"

"Ah, bueno, dentro de dos días"

Se te ponen los ojos como platos. ¡Dos días! Intentas tranquilizarte... bueno, a veces hay profesores que hacen exámenes cada poco para comprobar que el temario está bien afianzado. Quizá ese sea el caso. Pues no. Cuando preguntas, la madre/el padre te responde con toda la tranquilidad del mundo que no, que es un examen trimestral (en el que, para más inri, su hijo se juega la nota de todo el curso). Se te cae el corazón a los piés.

Haces lo que puedes. Repasas todo el temario (cosa que a ti de antemano te supone unas horas de esfuerzo preparando el material e incluso currándote unos geniales ejercicios que el chico puede que ni se mire). Si tienes suerte, el muchacho se habrá mirado mínimamente el temario o puede que incluso tenga verdaderas ganas de aprobar. En el peor de los casos te enfrentas a un alumno al que lo que le dices le interesa poco o nada. Todo esto, recordemos, con el tiempo en tu contra.

De alguna forma, lo consigues (más o menos). Le has dado todo el temario. Le dejas algunos ejercicios para que vaya practicando. En el 75% de los casos, no los hará. Puede que por pereza, o puede que porque tiene deberes de otras tantas asignaturas, todo eso sumado a extraescolares, quedar con los amigos y actividades de este estilo.

Va al examen. Ahora tenemos dos casos.

El chico ha aprobado. ¡Milagro! ¡Lo has conseguido! Quizá te ha tocado un alumno que se ha esforzado de verdad, que tenía interés por la asignatura y solo necesitaba un empujoncito final. O puede que le hayas ayudado a entender algo que tenía atravesado y le hayas desbloqueado... Pero claro, el chico ha sacado un 7 (Que es una nota estupenda y un gran progreso para alguien que, hasta hace un par de días, puede que hubiera suspendido). La madre te llama, enfadada.

"¿¡Te pago 10 euros la hora para que el chico me venga con un 7?! ¡Eso apenas es un notable!" Suspiras, derrotado, y te disculpas. Al fin y al cabo, necesitas las recomendaciones que te puedan dar para conseguir más alumnos.

En el peor de los casos, el pobre suspende. Entonces sí que te llamarán hechos una furia.

"¡Estos precios desorbitados por un suspenso! ¡Pero que estafa!"

Quizá te lleves solo una furiosa diatriba de alguno de los padres (o de ambos, Dios no lo quiera). Puede que incluso se nieguen a pagarte.

Y ese es el problema que se tiene con las clases de repaso. Los padres las ven cono una especie de panacea que solucionará todos los problemas de su chiquillo... pero demasiadas veces acuden a ellas como un recurso de última hora que, evidentemente, tiene todas las de fallar en circunstancias tan poco favorables. A veces incluso te tildan de estafador. Creen que eres una suerte de wikipedia que vomita los conocimientos a su niño y que él, a modo de esponja, los absorberá al instante. No ven las horas de esfuerzo detrás de cada clase. No ven que esos 10 euros la hora en realidad incluyen, también, el hecho de que te hayas preparado el temario de antemano, que te hayas currado una maravillosa lista de ejercicios, que hayas buscado imágenes y vídeos para ejemplificarlo mejor...

 

Lo que he descrito es algo con lo que muchos profesores de repaso (yo misma y otros tantos que conozco lo confirman) nos hemos encontrado... y quizá eso debería de servir para plantearnos cómo se ve la educación y el conocimiento. 

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