El modelo de educación tradicional ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. El cierre de todos los centros educativos para frenar la expansión del coronavirus ha obligado a escuelas infantiles, colegios, institutos y universidades a adaptarse y conectar con los alumnos a través de internet con el objetivo de poder continuar con su aprendizaje. Algunos estaban preparados, a otros les queda camino por recorrer…
El coronavirus ha llegado para quedarse. Según las últimas informaciones, no habrá vacuna a la vista hasta dentro de, como mínimo, dieciocho meses: nos toca esperar con la mayor calma posible. Somos varios los sectores que estamos apoyando al sistema económico y social sin pausa ni respiro para que todo esto se recuerde como un mal susto y, por ellos, nos sentimos realmente orgullosos.
Mientras el sistema europeo se derrumba, los profesores seguimos con nuestra labor de formar a las futuras generaciones y, a pesar de todas las complicaciones que estamos encontrando, lo estamos llevando adelante. Si bien es cierto que la tecnología nos está brindando una oportunidad de oro, impensable hace no más de diez años, resulta igual y tristemente cierto que parte de nuestro alumnado no cuenta con los medios adecuados para poder seguir el desarrollo de lo que queda curso. Es por esto que debemos reivindicar nuestra posición en la sociedad, ahora más que nunca. Estoy segura de que cuando pase el huracán y todo esto se solucione, a los profesionales de la educación nos ceden ese hueco social que tanto merecemos.