Es una realidad que en las aulas, cada vez es mayor el número de alumnos por clase, haciendo que los docentes estén cada vez más saturados y no todo el mundo pueda avanzar al mismo ritmo.
Por eso, es importante, y no debe suponer inconveniente alguno para el alumno, que en caso de haber dudas que durante las clases o tutorías no puedan ser resueltas, bien por falta de tiempo, o bien por la vergüenza de preguntar (¿quién no ha sido estudiante y ha sentido, de forma puntual, apuro tanto de levantar la mano para responder como para realizar una consulta?) no tema en recurrir a la figura del profesor particular.
Figura que, para alcanzar el éxito, es conveniente que se adapte a las necesidades y el ritmo del estudiante, trabajando todo aquello que le cueste o simplemente no le guste, a ser posible estableciendo un ambiente de trabajo ameno donde se establezca cierta confianza para poder evitar la vergüenza de pedir ayuda con aquello que se desconoce u ofrece resistencia, y repetir las cosas tantas veces como haga falta. Todos hemos pasado por eso y siempre ha habido una materia (o incluso varias) que se nos ha resistido.
Los años de colegio e instituto no dejan de ser una carrera de fondo en la que uno no se puede descuidar. Muchos padres son conscientes de esto, y suelen ser ellos los que amplían y/o potencian la formación académica de sus hijos mediante actividades extraescolares, aulas de repaso, o con particulares. Lo que se traduce en un empujón con el que tratar de alcanzar la meta del aprobado con mayor garantía.
