Bueno y malo... ¿Realmente una batalla dual? 1ª parte

La existencialidad humana ha sido abordada, filosóficamente, desde todos los aspectos posible e incluso, a día de hoy, sigue dejando la puerta abierta a posibles rutas de estudio, en el caso de que se descubriesen aspectos del ser hoy desconocidos.

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La capacidad, que la necesidad de conocernos, tiene de abarcar la totalidad de nuestra existencia es tan voraz que, aunque no se pretenda, aunque no se sea consciente del todo, cada vez que se pretende analizar cualquier factor de la existencialidad, por muy independiente que se pretenda del ser, siempre, desde un trasfondo originario, se analiza la esencia del ser, concreto, que afecta al determinado en el objeto de estudio.
Esto ¿Qué quiere decir?
Pues, simple y llanamente, que todos los aspectos de la realidad, o por lo menos de la realidad que conocemos, tienden a originarse en la capacidad concreta del Ser y, más concretamente, en su condición.
Ante esta afirmación se podrían presentar argumentos contrarios, basados en realidades entendidas desde una concepción teocentrista o, incluso, terracentrista o, en definitiva, de cualquier índole que no posicione al hombre en el centro del estudio, pero eso es tema de otro artículo.

Ahora bien, retomando el hilo conductor de este tema, toda concreción y/o especulación, que se realice sobre el ser, se basa en una misma premisa, o cuestión, común, lo bueno y lo malo.
Por ejemplo:

Se está desarrollando un plan de evacuación para un colegio.
Este plan, desde sus bases, se desarrolla sobre los concretos del bien y del mal, incluso si no se es consciente de ello. Y es que, independientemente de las medidas "lógicas" que se tomen, en tanto a la seguridad, al orden y la forma de evacuar, todo va a centrarse en una presunción, prediseñada, del conjunto de aquellos que se establecen como responsables de su ejecución. A saber: son buenas personas.

Siguiendo con las bases de este ejemplo, los profesores y delegados, los responsables, a fin de cuentas, de la realización, correcta, de dicho plan de evacuación, se predisponen como buenas personas.
No se le da la responsabilidad de vidas humanas a un sujeto del cual se posee una mala impresión. Es más, indistintamente de la impresión, a día de hoy, hasta para unas extraescolares, en la que se tenga la implicación de menores, se va a solicitar los antecedentes de los responsables, independientemente de su condición, todo ello en base a la premisa que da sentido a este artículo, ¿Será bueno o malo?

Esta dicotomía, tan primaria en el pensamiento y a la vez tan tomada a menos, se siembra en las bases de todo lo que refiere a nuestra relación social, a todo lo que refiera a una interacción.
y es que, el pensamiento sobre lo bueno y lo malo, si se toma desde un concreto ajeno a cualquier subjetivismo, es una realidad propiciada de la interacción humana.

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El planteamiento de lo que es bueno, o no, solo aflora si se tiene conciencia de una posible interpretación ajena. Dicho de otra manera, una persona aislada, sin la más mínima posibilidad de verse con más personas, al comienzo de su aventura, por un mero recuerdo de su actividad social, sí que se planteará lo que está, socialmente, visto como bueno y como malo y, por ende, actuará bajo esas premisas pero, ¿Qué sucederá al paso del tiempo?
Pues, sencillamente que, esa necesidad, de implantar una visión ajena, desaparece al no constatar ningún agente externo, o ajeno, que pueda realizar dicha visión.

La concreción de lo bueno y malo no viene dada desde la percepción personal, de una manera exclusiva, sino que, siempre, proviene de la realidad interaccional de terceros. Nos educan, y nos educamos, en tanto a lo que es bueno y malo, para con la sociedad en la que vivimos.
Las normas que rigen nuestro constructo moral son normas dadas desde y para dicho constructo, desde una percepción social.
Para entenderlo de una forma más sencilla, lo socialmente bueno, en occidente, no tiene que serlo en oriente, porque las sociedades son distintas y, por ello, lo correcto o no, también lo es.

Ahora bien, lo interesante de este pensamiento es, en la medida de lo posible, eliminar las relaciones y acciones sociales y volver a preguntarnos por lo que es bueno y malo.
Si se consigue llegar a este punto se concluye en que la dualidad entre bueno y malo es una dualidad propia de la sociedad y, por ende, es una creación, artificial, impuesta sobre el ser.

La concreta lucha entre el bien y el mal, entre el caballo blanco y el negro, no es más que un adorno de la desmedida lucha de la sociedad y el individuo.
La sociedad, pretende erigirse como un concreto, común, superior a todos y a todo y, con la excusa de bien común, en ocasiones, llega a sodomizar al individuo, de manera en que le reprime parte de su ser esencial.
Lo bueno y lo malo, a modo de conclusión de esta primera parte, no es más que un mismo concreto, parte del ser y que, por ende, no puede comprenderse, o no debería, como una batalla entre dos partes, sino como un mismo constructo de la esencia del individuo que, sin quererlo, entra en conflicto con la sociedad y que, por medio de dicho conflicto, desarrolla la necesidad de un debate sobre los aspectos que, si bien no son buenos o malos, para la conformación del individuo, sí lo son para con la interacción con otros.

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