¿Cómo puede ayudar el profesor particular al alumno?

A lo largo de tres décadas que he invertido en enseñar idiomas, he llegado a la conclusión de que el estudiante tiene que tener dos cosas para aprender: motivación y fuerza de voluntad. Además, por ese orden. Parecen conceptos similares; sin embargo, el primero hace referencia al interruptor que encendemos cuando algo nos provoca curiosidad.

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La motivación marca un objetivo general y una fuerza inicial para poner el foco en la dirección adecuada. Por el contrario, la fuerza de voluntad es la actitud frente a las tareas que debemos emprender para concluir el camino y llegar al objetivo inicial. La fuerza de voluntad requiere rutinas y tareas continuadas, como el tren cuando está en marcha. La motivación es el arranque y calentamiento del motor.

Un estudiante puede tener una motivación, pero carecer de la fuerza de voluntad suficiente para alcanzar la meta. Creo que sucede porque visualiza el final del trayecto desde la perspectiva de la "suma de acciones" que tiene que realizar durante el recorrido. Focaliza de manera errónea todas las actividades como un gran bloque pesado que obstruye el camino.

Para que esto no ocurra, el profesor debe ALIMENTAR la motivación del alumnado. Prefiero invertir tres meses explorando las satisfacciones de mis estudiantes y mostrándoles que el trabajo es placentero, pues para ellos solo existe la remuneración de SUPERAR los desafíos. Es un tiempo en el que sacrificamos conocimientos (menos cantidad, mejor calidad), pero podremos recoger frutos en los meses posteriores.

Recomiendo dirigir el esfuerzo de la didáctica a tareas más controladas y fáciles de desempeñar, tareas que mantengan en vilo al estudiante y alimenten la curiosidad y las ganas de aprender.

De esa manera, he logrado que el interés (su motivación inicial) no decaiga durante el curso y consiga grandes avances más adelante, cuando la confianza se ha convertido en la base de la estructura de su aprendizaje.

¿Cómo se alimenta la motivación?

En primer lugar, hemos de transmitir al estudiante que el rol del profesor es de acompañante. Vamos a remar juntos hacia la misma orilla. Profesores y estudiantes buscamos lo mismo al fin y al cabo. Es más, cuando un docente adivina el brillo de la curiosidad en los ojos del alumno, se siente también más motivado para empujarlo hacia el camino del éxito.

En segundo lugar, y redundando en la idea previa, hay que dividir los objetivos en otros más pequeños, más nítidos y alcanzables: "ya hablaremos cuando lleguemos a ese río". O sea, no es necesario cruzarlo aún.

Siempre que ofrezcamos retroalimentación, sugiero comenzar por los aspectos negativos, ¡pero conviértelos en oportunidades! Los errores son SIEMPRE fuente de aprendizaje. Esa es la razón de la evolución de la humanidad: ensayo y error... Volvemos a fracasar y seguimos probando hasta dar con la fórmula. Luego, magnifica los aciertos, especialmente cuando se trate de retos difíciles.

En tercer lugar, hemos de darle un sentido práctico que se adapte a la realidad del estudiante. Si no está interesado en la música pop, tendremos mil estilos más para utilizar en caso de necesidad.

En definitiva, alimentar la motivación de los estudiantes implica crear un ambiente de aprendizaje positivo y estimulante, establecer metas alcanzables, proporcionar retroalimentación constructiva y fomentar la autonomía del alumno, proveyéndolo de una variedad de métodos de enseñanza que sostengan su motivación y fuerza de voluntad.

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