En general, mi experiencia como profesora ha sido positiva porque disfruto tanto impartiendo las materias que me gustan que me compensa, a pesar de las malas experiencias que pueda tener, derivadas de la falta de motivación del alumnado.
En consecuencia, mi percepción global es muy buena, ya que adoro los contenidos y eso hace que me lo pase muy bien durante las clases, algo, a mi juicio, fundamental.
Así, me divierto no solo enseñando, sino también redactando comentarios y trabajos sobre literatura para mis alumnos porque creo que una buena forma de inculcar la pasión por la materia es transmitiendo el amor por los textos literarios.
Es por eso que veo necesario realizar muchas tareas y ejercicios de carácter práctico para que ellos puedan percibir mucho mejor la teoría y ayudar a su comprensión.
En resumen, creo que las clases particulares son necesarias para detectar posibles deficiencias en el alumnado y solventarlas lo antes posible. Esto sería muy difícil de llevar a cabo en una clase con un aforo elevado porque al profesor le es imposible resolver todas y cada una de las dudas que se le puedan presentar a los estudiantes.
Por ello, una educación de calidad pasa por reducir el número de alumnos para, de este modo, garantizar una buena enseñanza. Considero que ese es el secreto y también pienso que el trabajo docente debería estar más valorado porque saber transmitir los conocimientos adquiridos es una tarea ardua y compleja que no se enseña en los años de universidad.
