El buen profesor de música no sólo sabe música, sino ciencia y docencia.

Mucha gente a lo largo de su vida se ha planteado comenzar a tocar un instrumento. Algunos a edades más tempranas y otros más mayores, pero a veces esto se queda en un mero pensamiento.

Sabemos que la música es una herramienta con la que los inidividuos nos expresamos - a veces mejor que con las palabras - y nos ayuda a sacar a la luz ciertos sentimientos que tenemos dentro. Esto es debido a que nuestro cerebro se activa de una forma particular cuando escuchamos o tocamos un instrumento. Pero esto no queda solamente ahí.

Cuando tocamos un instrumento, nuestro cerebro límbico - también llamado emocional - es el que está más presente. La música genera un ambiente emocional positivo y seguro a partir del respeto y la tolerancia que nos genera la conexión con el instrumento. Todo esto se lleva a cabo con ayuda del neocortéx, que activa las funciones ejecutivas generando un aprendizaje significativo que persevera durante un mayor tiempo en la persona.

Es por esto que, cuando se pierde la memoria - tanto por la vejez o por otros motivos - podemos seguir tocando un instrumento aunque no sepamos leer una partitura.

Según estudios de neurociencia, se ha demostrado que la música no traduce significados cognitivos concretos pero evoca, sin embargo, emociones concretas (Fustinoni, 2016). Es así como se genera una emoción musical, producida por la exaltación de un sector del sistema nervioso autónomo (independiente de la voluntad), que activa el sistema adrenérgico generando adrenalina, la hormona de la excitación y los impulsos. Todo ello provoca un estímulo con repercusión física y psicológica involuntaria, que deriva en un nivel consciente de la corteza cerebral (James y Carl, 2016); es decir, una vivencia consciente cognitiva y descendente de placer/aceptación o desagrado/rechazo.

Es por tanto la música un elemento que nos acompaña día a día y en cierta manera nos comprende. Por eso, a la hora de comenzar a tocar un instrumento es importante no sólo tener la motivación intrínseca para hacerlo, sino lograr una motivación extrínseca a partir de un buen método y con un buen profesor.

La importancia de enseñar es uno de los elementos fundamentales a la hora de empezar a tocar un instrumento. No sólo por la cuestión ergonómica y la higiene postural, de vital importancia para evitar lesiones en el futuro, sino por la emoción que genera en el alumno. Es así la única manera de generar adrenalina de una forma inconsciente y lograr una motivación que lleve al estudio y dedicación diaria en el instrumento, logrando resultados a medio y largo plazo que seguirán ayudando al alumno a seguir mejorando.

Es cuestión de dos aprender un instrumento: un buen docente que logre motivar a un buen alumno.

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