Dario, ¿por qué enseñas italiano? - Vida de un jilguero

Siempre me ha gustado el mundo del arte: soy un lector ávido, devoro libros; me encanta el teatro, el cínema, la historia del arte. Creo que, como dijo Dostoyevski, la belleza salvará al mundo.

Una de las formas en las que la belleza siempre ha comunicado conmigo es el Viaje, con V mayúscula. ¿Hay algo más hermoso, más conmovedor y enriquecedor que un aeropuerto, una maleta, una lengua que no conoces? ¿Perfumes nuevos, un olor a comida que nunca has probado, una música que desde tu fuero interno te despierta sentimientos que nunca habrías conocido de no haber desafiado mares y distancias?

El Viaje es la única manera para dejar atrás las cosas que creías conocer, para descubrir mundos nuevos y en ellos hallar lados de tu propio Sí-mismo que estaban allí, bajo tus ojos, y que no obstante no podías apercibir debido a la familiaridad de lo que te rodeaba.

"Quiero viajar, viajar más, durante toda mi vida. Nunca quiero pararme, ni deshacer mi maleta. Hay tanto por descubrir. ¿Cómo puede uno pararse en un lugar? Éstos eran mis pensamientos desde pequeño. Mi madre me llama "el jilguero", el pájaro que siempre está de viaje, cuya casa es el aire libre.

Los libros siempre han sido una manera de viajar con la imaginación cuando no podía moverme físicamente. Sin embargo necesitaba más: quería hacer de la aventura mi futuro trabajo, nada me habría proporcionado más felicidad. De ahí que desde los catorce años ya me hubiera planeado una carrera en Antropología: la posibilidad de desplazarme y descubrir nuevas culturas me conmovía.

Y así fue. Al terminar el instituto, empecé a estudiar Antropología en Florencia e hice un primer Máster en Bolonia. La Antropología me enseño cómo mirar a los demás, cómo plantearme preguntas, cómo buscar respuestas.

Pero ¿cómo aplicar, prácticamente, lo que había estudiado en la vida del día a día?

Gracias a los idiomas. Mis profesores de inglés y castellano me transmitieron el placer de comunicar tu propia lengua a los demás, permitir el diálogo entre culturas. Viajar estando inmóviles. Abrir la mente, activar las percepciones para que luego, cuando se baje del avión, estos olores, sabores y músicas puedan vibrar con más intensidad. Estudiar un idioma es abrir puertas sobre nuevas realidades. El mundo actual, a pesar de la globalización y de la red que nos une a todos en tiempo real, necesita conexión, ahora más que nunca.

A mi manera, ésta es la contribución que quiero aportar en mi trabajo. Cuando estoy dando clases, percibo los olores y sabores de mi tierra, y, si logro comunicarlos eficazmente a mis estudiantes, si puedo hacer que por un momento se sientan como si estuvieran en Italia aunque nunca la hayan visitado, entonces sé que he hecho bien mi trabajo.

He creado un puente para que luego, cuando los estudiantes anden por Italia por su propia cuenta, la ósmosis verbal, visual, musical, olfativa y gustativa pueda realizarse con facilidad y sobre todo placer.

No podría haber trabajo mejor para un jilguero.

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