Vivimos en una sociedad ajetreada, agobiada por nuestro día a día y por la incesante velocidad a la que nos lleva nuestra rutina y en la que, por desgracia, que se infra valoriza algo tan importante como la música.
Soy profesor de batería. En particular llevaré aproximadamente unos siete años dando clases y mi experiencia es muy positiva, no sólo por mí si no por lo que observo en mis alumnos.
Con tanta experiencia al final uno acaba descubriendo el gran poder que los educadores tenemos, ya sea a nivel particular, en una escuela o en un centro. Con nuestra actitud podemos lograr o bien que un alumno se apasione por aquello que le estamos enseñando o bien que se aburra y pueda acabar odiando la materia.
Es necesario que estemos siempre pensando en cómo mejorar; en cómo llevar más allá aquello que nos llena y que nos invita a querer enseñar a los demás lo que hemos aprendido con los años. Es transcendental que el profesor recuerde que él mismo siempre es alumno y que el conocimiento es infinito.
La música está en todos lados: la radio, la televisión, la calle, etc. De una forma u otra estamos rodeados de música. Es necesario, pues, que los profesores de música logremos trasladar a nuestros alumnos todo lo que se puede llegar a aprender si hacemos de la misma una parte íntegra de nuestras vidas. Cómo podemos llegar a crecer a nivel humano y social y aportar algo tan necesario y, muchas veces, tan poco apreciado.