"Todo sucede por algo" y otros consejos estoicos

La filosofía nos pone en contacto con preguntas radicales, cuestionamientos que nos cambian la vida cuando nos animamos a enfrentarlos. Quizás la pregunta más poderosa sea la siguiente: ¿Qué sentido tiene la vida? Las situaciones límite activan la alarma de la falta de sentido, la angustia sobreviene y con ella, la desesperación.

La situación límite más concreta es el contacto con la muerte. Tomar conciencia de nuestro límite más seguro, parafraseando a Heidegger: la posibilidad más posible, que anula el resto de las posibilidades. La muerte se presenta como sinónimo del sinsentido, o -al menos- de la posibilidad del mismo. La muerte activa la reflexión, como un disparador filosófico... ¿Será acaso que si fueramos inmortales no haríamos filosofía? ¿Será que nos preguntamos solo porque sabemos que la vida tiene un final?

Desde tiempos inmemorables, la filosofía ha enfrentado el sinsentido. A través de ideas y cosmovisiones -cual remedios y recetas- que nos ayudan a construir un modo de ver el mundo que cure la angustia y sane los daños del azar. Y así, como decía Sócrates, "aprender a morir".

¿No llamamos sabios a aquellos que entienden profundamente el sentido del sinsentido? ¿No llamamos sabios a aquellos que con templanza enfrentan los infortunios del destino? Muchas de estos remedios filosóficos provienen de una escuela que supo entender que el sinsentido era una cuestión de falta de perspectiva: los estoicos.

Debemos a los estoicos todas aquellas frases que utilizamos para consolar a nuestros seres queridos -y a nosotros mismos- en momentos de desventura. "Todo sucede por algo", "ya verás que al final encuentras sentido". A simple vista nos parece que estos sabios guerreros solo se resignaban ante el mal del mundo, pero en realidad, más que resignación se abandonaban a la confianza. Confianza en el logos, una inteligencia ordenadora que como una tejedora de historias, hilaba cada vida humana para formar un tapiz. El mejor tapiz posible.

¿Qué somos nosotros en esta vida? Un simple hilo. Un segundo, una brevedad. La cura estoica supone confiar en que "al final" nuestra tristeza contribuyó a algo más grande. A algo perfecto, a una pintura que no sería igual sin esa lágrima, esa frustración, ese momento de desesperación.

¿Qué significan estos meses de angustia en tantos años de vida? Desde el presente, todo es oscuro. La filosofía puede ayudarnos a cambiar de perspectiva, a ver los infortunios desde el futuro, a dejarnos llevar por la sorpresa del destino. Al final de cuentas, no puede tejerse el mejor tapiz del mundo solo a base de historias tristes, el destino también puede maravillarnos, encontrarnos, fascinarnos.

  • Lecturas recomendadas para sanar la angustia del encierro: "De la brevedad de la vida" (Séneca) y "Manual de vida" (Epicteto)

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