El redactar estas entradas me ha hecho recordar mis tiempos de estudiante de posgrado. Curiosamente en un solo año tuve la ocasión de conocer a dos profesores a los que recordare toda la vida por razones diferentes. Uno por ser el mejor mentor que he tenido jamás, y otro por todo lo contrario.
El maestro mediocre cuenta. El maestro corriente explica. El maestro bueno demuestra. El maestro excelente inspira. (William A. Ward)
Empecemos hablando del segundo. Este segundo profesor será recordado en mi cabeza por no haberme enseñado nada, ni útil ni no útil. Además está el hecho de que unos estudios de posgrado ya se cursan con cierta madurez y ciertas intenciones.
No vas a clase porque tienes que ir, sino porque quieres ir. Deseas aprender, subir nota, que te asignen unas buenas practicas, o que algún docente externo se fije en ti y te ofrezca un puesto de ayudante. Pero con este hombre, solo tuve la sensación de estar perdiendo el tiempo y el dinero.
Conviértete en el mejor profesor
Nos anunciaron su llegada vendiéndolo como el hombre con la cátedra más joven de la universidad. Ciertamente sabía mucho, pero no tenía ni idea de dar clase. Al cerrar los ojos aun pudo recordar los rostros somnolientos y aburridos de mis compañeros. Nuestras mandíbulas se fortalecieron increíblemente aquellas semanas de la fuerza que teníamos que hacer para contener los bostezos.
El otro profesor en cambio, es recordado por todo lo contrario. Todos hemos tenido profesores divertidos, pero este tenía una peculiaridad. Por mucho que lo intentara, no podía dejar de escucharle. Era como ver un capítulo de mi serie preferida. Mi cabeza esperaba con ansiedad saber cuál iba a ser la siguiente frase. Sin apenas tomar apuntes, recodaba al salir cada detalle de su lección.
La cuestión es: ¿Qué es lo que hacía tan diferentes a estos profesionales de la docencia?
¿EXISTE UN MÉTODO PARA CAPTAR LA ATENCIÓN DEL ALUMNO?
Por supuesto que sí. Si a tu alumno le interesa lo que dices, atiende. Si atiende, recuerda. Ya dedique en su momento una entrada a explicar lo importante que es la relevancia para los jóvenes.
No se puede usar la excusa de que hay asignaturas aburridas y divertidas, o materias fáciles y difíciles. Lo único que hay son profesores "coñazo" y alumnos aburridos.
Todos los puntos de las 4 entradas anteriores se centran en explotar tu subconsciente. Este no se queda atrás. La mente subconsciente procesa 11 millones de bits por segundo. En cambio tu mente consciente, la que requiere atención y esfuerzo, solamente procesa 50 bits por segundo.
¿En qué se centra el sistema de enseñanza tradicional? En explotar los 50 bits. Se centra en que tengas que sufrir empleando tu mente consciente. O, como lo llaman mis padres, y seguramente también los tuyos, en "meter codos".
¿Recuerdas lo que pasa cuando escuchas una lista de reproducción muchas veces? ¿Recuerdas que cuando está a punto de finalizar una canción, sin saber por qué, ya sabes cual viene después? Esto es lo mismo.
La ilustración involuntaria consiste en que las fórmulas, datos o expresiones de un idioma te vengan a la mente sin que tu hagas nada. El cerebro es una esponja y cuando se usa adecuadamente, no puede evitar aprender. El problema es que no lo empleamos adecuadamente, ni nuestro sistema educativo tampoco.
Como profesores tenemos la obligación de activar la ilustración involuntaria de nuestros alumnos.
La razón por la que el sistema actual no funciona es porque nuestro cerebro no está diseñado para memorizar. Lo está para reaccionar. Si quieres ser un profesor influyente y cambiar la vida de tus alumnos, tienes que ser capaz de hacer que reaccionen. Cuando un joven viene a mi despacho, no le pongo los mismos ejercicios que le han puesto en clase y le repito el mismo rollo aburrido. Lo que hago es dividir mi proceder en cuatro pasos.
1. IR POR DELANTE
Para empezar, no acepto a chicos que vienen para que les prepare un examen en cinco días. Esto es una cuestión de hábitos y normalmente esa dejadez viene de sus familias. Es muy difícil llevar a un alumno por el camino A si en casa lo están llevando por el camino B.
Así pues, siguiendo mi ritmo, no me resulta difícil ponerme por delante de su profesor del instituto en un par de días. No hace mucho recibí a un chico que necesitaba aprender a derivar. Le enseñe a derivar a mi manera. Como me enseñaron a mí. Entendiendo la regla de la cadena y sin memorizar tablas de fórmulas interminables.
Cuando volvió a clase y el profesor empezó a explicar aplicaciones de las derivadas. Mientras sus compañeros estaban estresados y muertos de miedo por si les sacaban a la pizarra, mi chico estaba tranquilo y motivado, deseando que le sacaran a él para poder lucirse. El tema de las derivadas lo habían dado en clase, pero como casi todo lo que se hace en los institutos, se había impartido mal.
Los chicos no sabían derivar y por eso les costaba tanto engancharse al nuevo tema. Los poros de la mente de mi alumno se abrían y aun le resultaba más fácil aprender. El cerebro aprende de forma óptima cuando esta relajado.
2. SER COMPETITIVO
Como un buen sensei, hay que enseñar a los alumnos a enfrentarse a la vida. Este ejemplo lo puedes ver claramente en los entrenadores deportivos. Los jóvenes se animan a la pista a correr más rápido que nunca porque quieren su puesto de titular, porque quieren triunfar en el próximo torneo, porque la sensación de llegar a su casa con una medalla nueva les proporciona más alivio que cualquier otra cosa en el mundo.
Las clases deben verse de la misma forma. Motiva a los alumnos para machacar al resto, para destacar sobre los demás. Aunque sea con deportividad y sin trampas, tiene que ser así. Los métodos de enseñanza actuales no activan nuestros resortes psicológicos ancestrales. Nuestra mente interpreta que esos aburridos libros no tienen ninguna relevancia para nuestra supervivencia.
Pero si haces pensar a un adolescente en esa chica guapa que se va a fijar en el cuándo se luzca en clase, en que se le acercaran para pedirle apuntes o proponerle quedar para estudiar, en que va a obtener cierto estatus dentro de la tribu de los estudiantes, su visión frente al estudio cambiara.
3. PROFUNDIZA
Hubo personas que dedicaron su vida a desarrollar esa materia que a tu alumno le parece tan aburrida. Si eso es si, es porque quizas el contenido sea más apasionante de lo que creemos.
¿Por qué si no cuando vemos una serie basada en un investigador, un personaje historico o un descubrimiento nos quedamos con quedamos con cada detalle de la historia? Es porque un guionista sabe darnos una visión que nos engancha, mientras que los libros de texto estan mal redactados. Son inconexos y no te permiten meterte en la historia. No se entiende que relación tiene un tema con el anterior, ni que utilidad tiene en la vida.
Pero si tu, como sensei de tus alumnos te conviertes en todo un guionista, los alumnos lo entenderan mejor. Cuando profundices en algo, ellos se varan mas estimulados y memorizaran mejor. Veran que lo que les explican tiene relacion con su vida y se apasionaran. Eso si, para ello hay que evitar las clases tipo "tengo el examen en tres dias y vamos contra reloj".
4. USA LA TECNOLOGÍA
Este apartado es sencillo y claro. Intentar estudiar en el siglo XXI como se estudiaba en el siglo XX es absurdo.
Claro que quienes damos clase en el siglo XXI estudiamos durante el siglo XX y creemos en aplicar los métodos que se aplicaron con nosotros. Al fin y al cabo, con nosotros funcionó, ¿verdad?
Pero es que nuestros alumnos viven en un mundo diferente. Se han criado en un entorno diferente, con influencias distintas y valores que no tienen nada que ver con los nuestros.
Puedes estar a favor o en contra. Puedes criticar eso o alabarlo. Pero si estás leyendo esto es porque eres profesor o quieres serlo. Así pues doy por entendido que quieres tener más alumnos o que los que ya tienes se queden. No tienes más remedio que tragarte tu criterio y adaptarte al entorno de tus clientes.
Hoy en día hay APP´s, programas que te pasan libros de texto a voz, videos, conferencias, documentales, etc. Explota las oportunidades que te da para hacer que ellos estudien. Y olvídate de llenar la pizarra de ecuaciones, borrarla y volverla a llenar.